LA CRISIS CIVICA

¡¡QUÉ PRECIOSO ESTÁ TODO!!  ¡¡QUÉ BIEN CUIDADO ESTÁ!!

Estas son las dos frases más repetidas cuando la gente entra a nuestro restaurante; pero después de unas cuántas copas todo se olvida y asoma la falta de civismo y la falta de respeto por todo y por todos.

Pero,  ¿qué es eso del civismo?  ¿Para qué sirve ¿En realidad importa ejercerlo?

 Estas preguntas no son ajenas a nuestra actual sociedad que se ve inmersa en constantes cambios tanto sociales, culturales y políticos. Nuestra sociedad se ha visto beneficiada gracias al avance en los progresos de diversos ámbitos, sentando las bases de un sistema innovador en esta época de la postmodernidad en la que vivimos. Sin embargo, pese a los numerosos avances que la humanidad ha logrado en las últimas décadas del siglo XX y XXI, hemos propiciado, y continuamos acrecentando, el retroceso en un aspecto fundamental para el desarrollo óptimo de toda sociedad: EL CIVISMO.

En todo este progreso ¿dónde se ha quedado el civismo? Y, ¿dónde se ha quedado la familia que es la primera escuela de la formación cívica y ética que crea una identidad nacional?

Tal prosperidad se ve mermada por la aguda crisis de moral en la que estamos inmersos actualmente. El civismo, un valor tan fundamental en la creación de una comunidad armoniosa y progresiva, ha sido totalmente olvidado, si no es que ignorado, por nosotros mismos.

Ignorado hasta tal punto de que cada vez que hay una celebración y asoma este incivismo, nos encontramos la finca como si hubiera pasado un huracán. Y ya no solo lo que se ve, sino las pequeñas cosas como colillas tiradas o escondidas en los rincones más recónditos que os podáis imaginar; papeles arrugados y de nuevo escondidos.. y un sin fin de cosas a veces inimaginables. Aveces nos da gas de preguntar a los clientes si eso lo harían en su propia casa, pero por respeto nos mordemos la lengua.